Sergiu Celibidache
DirectorEn los primeros años de la posguerra, la Filarmónica de Berlín estuvo durante un tiempo sin un director titular en activo, porque Wilhelm Furtwängler hubo de someterse a un proceso de desnazificación. A Sergiu Celibidache, recién graduado en el conservatorio y poseedor de un enorme talento, que estaba al frente de una orquesta profesional pero carecía casi por completo de experiencia, se le ofreció en esta coyuntura la increíble posibilidad de convertirse durante algunos años en el influyente director de esta formación de talla mundial.
Hasta 1954 este músico de origen rumano dirigió más de cuatrocientos conciertos en Berlín y en giras de concierto. Aunque entonces sonó sólo en una ocasión una obra del que más tarde se convertiría en el compositor central de su carrera, Anton Bruckner, el director hizo que la orquesta se familiarizara especialmente con la música de Francia y Rusia, desdeñada en buena medida anteriormente. En el curso de esta colaboración ya habían surgido conflictos, pero fue finalmente tras la muerte de Furtwängler y la elección de Karajan como su sucesor cuando la relación se rompió. Hubieron de pasar nada menos que treinta y ocho años para que Celibidache, profundamente ofendido porque no hubiera sido él el elegido, regresara una última vez con la orquesta para ofrecer unas muy elogiadas interpretaciones de la Séptima Sinfonía de Bruckner. Entretanto el joven y tempestuoso director se había convertido en el filósofo de los maestros, que despertaba una adoración rayana en el culto al tiempo que era blanco de fuertes críticas. Habían transcurrido incesantes años de peregrinaje tras su separación de la Filarmónica de Berlín. Después de paradas en Italia, Escandinavia y en la Orquesta Sinfónica de la Radio de Stuttgart, «Celi», como sería conocido en sus últimos años, sería nombrado finalmente director general de música de la Filarmónica de Múnich. En esta era, que concluyó con la muerte del músico en 1996, nacieron interpretaciones acordes con la grandeza del repertorio clásico-romántico y de la primera modernidad. Celibidache era famoso por su trabajo inflexible en los ensayos, sus [tempi] amplios, en los que se desplegaba toda la riqueza de la música, por su rechazo de las grabaciones sonoras y, algo no menos importante, por las francas reprimendas que dedicaba a sus colegas. Pero fue también, al mismo tiempo, una de las figuras más impresionantes del mundo musical del siglo XX.