Beethoven y Mozart con Simon Rattle y Mitsuko Uchida en el Festival de Pascua
Hector Berlioz describió la inauguración del primer monumento a Beethoven que se produjo en Bonn, como un “encuentro europeo”. Para celebrar la ocasión, no sólo se interpretó la novena y última sinfonía del compositor en una sala de conciertos especialmente construida para la ocasión, sino que también se incorporó en la base de la estatua una partitura de la obra con el famoso coro conclusivo de la “Oda a la Alegría” de Schiller.
Hector Berlioz describió la inauguración del primer monumento a Beethoven que se produjo en Bonn, la ciudad natal del compositor, en 1845 como un “encuentro europeo”. Para celebrar la ocasión, no sólo se interpretó la novena y última sinfonía del compositor en una sala de conciertos especialmente construida para la ocasión, sino que también se incorporó en la base de la estatua una partitura de la obra con el famoso coro conclusivo de la “Oda a la Alegría” de Schiller. Sin embargo, este acto consistente en un intento de museización no afectó a la energía de la que es probablemente la composición más famosa de Beethoven. Más bien en los doscientos años transcurridos desde que fue compuesta no ha dejado de ser una y otra vez objeto de disputas políticas y musicales.
En Bonn estaban ya empezando a asomar las tensiones entre nobleza y burguesía, y entre las interpretaciones nacionalista y europea de Beethoven. Y, en la historia de la música, el impacto del testamento sinfónico del compositor no ha tenido igual. Mientras que Richard Wagner veía cómo la historia de la música absoluta llegaba a su final con la llegada del tiempo para su propio drama musical, Schumann y Brahms lucharon con el reto de simplemente escribir sinfonías, dada la perfección alcanzada por Beethoven. Su decisión de abrir el género que hasta entonces había sido puramente instrumental con la inclusión de solistas y un coro sirvió de modelo para sinfonistas posteriores como Mendelssohn, Mahler y Shostakóvich. El tema inmortal del último movimiento –en un arreglo, por cierto, de Herbert von Karajan– se ha convertido ahora en el “himno europeo” oficial, algo que habría aprobado probablemente el propio Beethoven.
El ciclo Beethoven con la Filarmónica de Berlín bajo la batuta del director titular Sir Simon Rattle fue un gran éxito de crítica y público tanto en Berlín como en las giras. Una última parada de este “viaje prodigioso” (Rattle) por el cosmos sinfónico de Beethoven pudo oírse también en el Festival de Pascua en Baden-Baden con un reparto de solistas plagado de estrellas y el Coro Filarmónico de Praga.
El programa se completa con el Concierto para piano en Mi bemol mayor KV 482 de Mozart, cuyo Andante es uno de los movimientos más emotivos y tristes del compositor. La solista, Mitsuko Uchida, causó una impresión inolvidable como protagonista de otro ciclo con la misma constelación cuando, en 2010, interpretó los conciertos para piano completos de Ludwig van Beethoven con Sir Simon Rattle y la Filarmónica de Berlín.
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